Es innegable que, pese a los esfuerzos realizados y a las buenas palabras que se dicen desde la política, la brecha digital, aunque se ha reducido, aún existe.
Y aunque el nivel de acceso y uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) han aumentado considerablemente, en muchos entornos de trabajo aún conviven nativos, inmigrantes y analfabetos digitales.
Y esta realidad sociológica es aún más patente en los centros hospitalarios donde, muy claramente a nivel de enfermería, coinciden temporal y cotidianamente todas las tipologías de usuarios. Bien por la propia evolución de nuestra profesión, por la forma en la que nos incorporamos con rapidez al mercado laboral (al menos en comparación con otras profesiones sanitarias) o por la enorme variabilidad etaria de los profesionales enfermeros, podemos encontrarnos en un mismo servicio y turno todas las tipologías de usuarios imaginables.
Por este motivo, las organizaciones tendrán que hacer mayores esfuerzos para alfabetizar a sus profesionales. En caso contrario, la distancia entre los analfabetos digitales y los nativos cada vez será mayor, al igual que las dificultades de adaptación de los primeros a las nuevas exigencias digitales (historia clínica electrónica, mHealth, etc.).
Y estos esfuerzos no pueden ser aislados. No pueden consistir en talleres puntuales de aplicaciones novedosas, ni en cursos impuestos por la introducción de una nueva tecnología donde aún no se manejaba con suficiente soltura ni naturalidad la anterior, ni en planes de difusión motivados por la moda dospuntocerica que, a veces, atenaza más que ayuda y que incitan a intentar manejar avezadamente herramientas como Twitter cuando se infrautilizan herramientas básicas como el email o las agendas compartidas.
La única manera de conseguirlo sin grandes desigualdades tecnológicas, que se sumarían a las sociales que facilitan esta brecha digital, es a través de una programación estratégica global en la que se marque claramente qué queremos, para qué lo queremos y cómo lo haremos.
El SSPA ha sido pionero en el desarrollo de otros planes estratégicos como la Estrategia de Bioética, el Plan Andaluz de Cuidados Paliativos o la Estrategia para la Seguridad del Paciente.
También podría serlo con este plan.
Y la enfermería, como colectivo, tiene mucho que aportar en el desarrollo de esta nueva estrategia digital. Y lo tiene que hacer por dos razones fundamentales.
En primer lugar porque somos, como indican muchos expertos, la profesión más preparada para dar respuesta a los retos a los que se enfrentarán los sistemas sanitarios en un futuro próximo: cronicidad, cuidados en domicilio, autocuidados, etc.
Y en segundo lugar, porque somos, con diferencia, la profesión con más capacidad de adaptación de todas las que pululan por los centros sanitarios. Y debemos aprovechar esta capacidad, a veces entendida como un lastre (chicas para todo) para liderar la revolución tecnológica (y tambiėn cultural) que, más pronto que tarde, llegará a todos los centros sanitarios.