martes, 21 de agosto de 2018

Mejor no pensar...



Tengo unos cuantos amigos ingenieros, informáticos y arquitectos. Siempre he tenido una especial fascinación, en comparación con los profesionales sanitarios que somos seres muy caóticos y tendentes al desorden ordenado, a lo cuadriculados (desde el cariño), sistemáticos y lo ordenados que son.

En sus proyectos todo tiene un por qué, todo tiene un sentido, todo sirve para ubicar las cosas de manera sistematizada. En concreto, en el proyecto del nuevo hospital, me llamó poderosamente la atención cómo todas las estancias estaban totalmente identificadas con un código de 4 dígitos tanto en el plano como en el bastidor de cada puerta. Incluso las llaves estaban ordenadas así.

Obviamente, esos cuatro dígitos tenían un sentido, eran una especie de matricula que servía para, de un plumazo, ubicar cada estancia en el edificio de más de 30.000 metros cuadrados.

La cifra en los millares servía para ubicar la planta en altura, la centena para ubicar el ala en cada edificio y las unidades y decenas para ubicar las estancias en cada planta ordenadas de forma correlativa según su situación en cada ala.

De tal manera que cualquiera pudiera saber, por ejemplo, que la habitación 4105 está en la cuarta planta, en el ala 1 y que la 3227 está en la tercera planta, en el ala 2 o que la 5004 es uno de los despachos de la quinta planta.

Prueba de que así es como estaba configurado es esta foto reciente de la entrada del hospital donde se siguen viendo en las columnas los números y distribución original de las habitaciones.

Obviamente era un sistema pensado para todo: equipamientos, instalaciones, conexiones... y para todos los que rondan por el centro: pacientes y sus familiares, celadores, enfermeras, especialistas y personal de mantenimiento.

Sin embargo, como en el viejo hospital lo organizábamos todo sin necesidad de matriculas ni zarandajas - básicamente porque era una caja de zapatos y sabíamos donde estaba cada cosa - alguien, en un momento de profunda sabiduría, pensó ¿qué sabrán estos ingenieros de como se organiza un hospital? y se pasó este sistema por el forro. Pensó que para que cambiar al nuevo sistema si nuestras habitaciones se organizaban tan solo con un código de 3 dígitos. El siempre se ha hecho así que tanto nos persigue y nos castiga estaba en el fondo... y, posiblemente, pensar que la gente se perdería con el cambio, también.

Y a partir de ese momento el hospital paso a organizarse de otra manera, no de la original. Y las habitaciones pasaron a ser la 304, la 445 o la 525.

Se modificó la cartelería vertical, se modificaron los indicadores de las habitaciones e incluso se montó el mapa de estructura de los sistemas de información. Todo está organizado ahora con 3 dígitos... ya está todo ordenado y bajo control. Supongo que alguien pensó eso en algún momento.

Nadie pensó en que, con el sistema de 3 dígitos, sales del ascensor y no sabes si la 436 está hacia la derecha o hacia la izquierda porque decir ala 1 y ala 2 no tiene ningún valor orientativo. Si eres trabajador del centro tienes que pensarlo un segundo, si eres especialista terminas preguntando en algún control, si eres familiar también, si eres mecánico o electricista te pierdes y si eres celador vagas por la tercera dimensión. Es decir, hay gente perdida por el hospital, sobre todo a horas donde hay menos gente a quien preguntar.

Algunas enfermeras "enterás" avisamos que el sistema de avisos de los enfermos que nos había instalado la constructora, un sistema cojonudo y con bastantes opciones (del que, por cierto, no hemos recibido formación), estaba configurado en el sistema inicial de los 4 dígitos. Pero el el sistema no se adaptó a la nueva configuración...., seguro que alguien pensó ¿qué sabrán estas enfermeras de cómo se organiza un hospital? 


Así que tenemos que andar, en un hospital del siglo XXI, digital y modernísimo, con una tabla de equivalencias para transformar la habitación que aparece en la pantalla digital del timbre en el número de la habitación que realmente está avisando... un lío que te hace equivocarte de habitación y perderte por el pasillo. Lo mismo esto es lo del poder transformador de las enfermeras del que tanto se habla, de transformar lo digital en analógico... ¿o lo ideal era al revés?

En definitiva, que no todo está organizado como un reloj suizo y que ahora mismo conviven ambos sistemas en un equilibrio relativamente natural pero delicado.

Cada vez que lo pienso estoy más convencido de que Kafka, en el fondo, se inspiró en un hospital así que mejor no pensar.


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jueves, 9 de agosto de 2018

Necesitamos más enfermeras


Hace unos días, Pablo Sánchez cedía su blog a Vicente Gallego para publicar una más que interesante entrada titulada ¿faltan enfermeras o faltan herramientas de gestión? en la que se cuestionan cómo es posible que, con más de 8000 enfermeras en el paro según el SEPE, todos los veranos veamos noticias de hospitales que no encuentran enfermeras y se plantean si es un problema real de falta de enfermeras o un problema de falta de previsión por parte de los gestores sanitarios.

Una entrada que generó un incesante debate en redes sociales y en algún que otro corrillo  fuera del mundo 2.0.

Como cargo intermedio egresado y viejo bloguero, me voy a permitir dar mi opinión aquí. Y lo voy a hacer usando la editorial (que reproduzco aquí íntegramente) que con el título Necesitamos más enfermeras escribí hace poco para la revista de la AEEVH y que se publicó recientemente.
Da la sensación de que cada vez hay menos reticencias a reconocer en público, porque en privado hay muchos que ya lo hacen, el papel fundamental, presente pero sobre todo futuro, que las enfermeras tenemos en los sistemas de salud. 

Llegar a este punto, suficiente para algunas enfermeras y demasiado exiguo para muchas otras, ha sido posible gracias al encomiable esfuerzo de muchas enfermeras pioneras, de muchas enfermeras empeñadas en romper barreras o en atravesar nuestro sempiterno techo de cristal.
Obviamente no ha sido ni será un proceso fácil. El camino ha estado y posiblemente seguirá estando plagado de críticas, denuncias y bloqueos desde los lobbies de otras profesionales sanitarias. Solo hay que ver el proceloso tránsito que está teniendo la regulación nacional de la prescripción enfermera o las denuncias por toda la geografía española contra decretos y resoluciones que permiten a las enfermeras asumir puestos de responsabilidad para comprobarlo.
En contraposición, el hecho de que algunas entidades y destacadas personalidades reconozcan en público este papel fundamental es una constatación de que el cambio empieza a ser una realidad. Que el nuevo director de la Organización Mundial de la Salud, el Sr. Tedrós Adhanom, reconozca este papel1y lo refrende incluyendo a una enfermera en su equipo directivo o propiciando la campaña Nursing Now junto al CIE o que el exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes, el Sr. Matesanz, reconozca el papel central y fundamental que han tenido y tienen las enfermeras en una organización2de prestigio internacional, nos hacen pensar que es posible que se esté iniciando un nuevo momento para las enfermeras.
En algunos ámbitos asistenciales este nuevo momento empieza a ser una realidad y cada vez es menos infrecuente encontrar enfermeras gestionando equipos humanos y unidades de gestión clínica,  siendo referentes de investigación y dirigiendo importantes proyectos o dirigiendo centros sanitarios, hospitales o incluso consejerías.
Sin embargo, existen aún entornos donde la capacidad de influencia de las enfermeras sigue siendo limitada. Entornos de decisión donde no nos dejan participar o donde nuestra opinión tiene menos peso que el de otras profesiones o menos peso que el que nos correspondería por responsabilidad directa.
Las enfermeras, como pieza clave en la sostenibilidad de los sistemas sanitarios3, deberíamos ser referentes en cronicidad4, en la atención a los pacientes frágiles, en las políticas de atención a la dependencia y en muchos otros ámbitos5.
Y es indudable que las enfermeras debemos reclamar ese espacio de decisión también en todo lo relacionado con el cuidado de las heridas crónicas, ámbito en el que indudablemente las enfermeras somos las más competentes y en el que tenemos una responsabilidad directa. 
No solo es cuestión de que las enfermeras debemos tener una papel importante en los sistemas de compra centralizado o en el diseño de los catálogos de productos para el cuidado de las heridas sino que debemos orientar una parte de nuestra actividad investigadora en este sentido.
El campo de la economía de la salud es, posiblemente, uno de los espacios donde las enfermeras menos se han desarrollado. La investigación en el campo de las heridas crónicas no solo debe circunscribirse a la efectividad de tal o cual apósito sino que debemos atrevernos a empezar a investigar sobre la eficiencia, sobre costes o sobre resultados en salud.
Estas son las líneas de investigación hacia donde un grupo de enfermeras hemos ido reorientando nuestros esfuerzos con los años6pero necesitamos a más enfermeras que se atrevan a investigar sobre el impacto económico y en salud de sus decisiones, como de algún modo reclama el informe “La Aportación Enfermera a la Sostenibilidad del Sistema Sanitario. Repercusión Económica de los Cuidados” de la Fundación Economía y Salud.
Necesitamos a más enfermeras investigando sobre el impacto de los cuidados que prestan sobre la salud de los pacientes y también sobre el impacto económico que dichos cuidados tienen sobre el sistema en su conjunto.
Necesitamos a más enfermeras que salgan de los casos clínicos para atreverse a investigar sobre qué costes, en términos económicos pero también de salud, tienen sus decisiones.
En definitiva, la respuesta a la pregunta es que faltan las dos cosas. Faltan enfermeras como ya reconoce incluso alguna entidad y faltan herramientas potentes de gestión que nos saquen de las planillas en papel y de los planes de vacaciones en marzo sin conocer la verdadera realidad del periodo vacacional, pero, sobre todo, lo que faltan son enfermeras tomando decisiones y haciéndose preguntas y planteando opciones como las que se plantean en el post.

Asi que gracias a Vicente y a Pau por generar debate, por no dar nada por sentado, por pensar en como podemos cambiar las cosas. Hacen falta más enfermeras como ellos.

Bibliografía:

1.    Diario Enfermero (mayo 2017). Para el nuevo director general de la OMS las enfermeras son la columna vertebral del sistema sanitario. Internet. Disponible enhttp://diarioenfermero.es/asi-habla-la-enfermeria-nuevo-director-general-la-oms/


2.     Redacción Médicoa (marzo 2018). La fuerza de la enfermería. Inernet. Disponible en https://www.redaccionmedica.com/opinion/la-fuerza-de-la-enfermeria-7713

3.     Gutiérrez-Sequera, J. L., Serrano-Ortega, N., Cuadros, J. L., Pérez-Roncero, G. R., López-Baena, M. T., Cuadros-Celorrio, Á. M., ... & Prieto-Robles, C. (2014). Los cuidados y la sostenibilidad del sistema sanitario público. Enfermería Clínica, 24(6), 311-314.

4.     Sánchez-Martín, C. I. (2014). Cronicidad y complejidad: nuevos roles en Enfermería. Enfermeras de Práctica Avanzada y paciente crónico. Enfermería clínica, 24(1), 79-89.

5.     Peiró, S., Artells, J. J., & Meneu, R. (2011). Identificación y priorización de actuaciones de mejora de la eficiencia en el Sistema Nacional de Salud. Gaceta sanitaria, 25(2), 95-105.

6.     Carrión Jiménez, A., Núñez Ortiz, C., Gallego Galisteo, M., Rodríguez Cardoso, R., & Sánchez Meléndez, A. (2017). Coste-eficiencia de la elección de apósitos en heridas crónicas con biofilm basado en un modelo teórico. Gerokomos, 28(2), 98-102.


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