sábado, 6 de abril de 2019

Arsénico por compasión


Hace ya muchos meses que no me asomaba a mi blog. Los quehaceres diarios y las nuevas obligaciones asociadas al camino iniciado en la política local no dejan tiempo suficiente para escribir nada lo suficientemente interesante.

Pero la reciente noticia del fallecimiento de Mª José Carrasco con la imprescindible ayuda de su marido y el debate posterior, cargado de mezcla interesada de conceptos, de connotaciones morales, medias verdades e incluso falsedades, me han motivado a escribir esta entrada.

No es la primera vez que en este blog hablamos sobre muerte digna. Ya lo hicimos en "Doctor, yo solo quería..." una de las entradas más visitadas y con más comentarios de este blog donde contábamos la historia de un paciente vivida en primera persona.

Y posiblemente tampoco sea la última porque el debate será largo. Un debate demasiado cargado de política y, sobre todo, de peso de una moralidad que sigue queriendo ser el baluarte de la quitaesencia cristiana europea.

Pero el debate no es (o no debería ser) un debate sobre el sistema sanitario, sobre como atender o que hacer con los pacientes paliativos o en situación terminal, ni siquiera es sobre moralidad de cada cuál. El debate debe ser sobre la libertad individual.

No es posible que, en el mundo en el que vivimos y con las libertades de las que disfrutamos en general, el estado siga siendo el que determine si una persona es libre de decidir en su intimidad y con el acompañamiento de sus familiares si quiere dejar de vivir por las razones que sean. Porque una vez que alguien lo ha decidido, y llegar a esa decisión no es nada fácil, la vida ya no merece la pena ser vivida. 

Tampoco es lógico que el estado persiga a un familiar por haber colaborado o ayudado en el, posiblemente, tránsito más complicado y trascendente de la vida y la máxima expresión de amor que exista como es facilitar el descanso de un familiar dejando en un segundo plano el egoísmo y el dolor por la pérdida.

Un estado garantista y "humano" - esto si que sería humanizar los cuidados - debería asumir como una obligación ayudar en ese difícil tránsito a quién libremente elija tomarlo. Este corto texto de Carlos Boyero lo expresa estupendamente.

Será nuestra responsabilidad, como profesionales sanitarios, que el debate no se escore de lo esencial. No permitamos, al menos no los sanitarios que llevamos muchas historias personales de pacientes en situación terminal a nuestras espaldas, que nadie retuerza el debate. 

Todos los sanitarios, de la ideología que seamos, sabemos que nada tienen que ver los cuidados paliativos, que tratan de mejorar la calidad de vida y tratar los síntomas refractarios de la enfermedad en quién quiere seguir viviendo,  ni la limitación del esfuerzo terapéutico o diagnóstico, que tratan de limitar el daño ocasionado por un sistema sanitario diseñado para curar hasta el final, con la decisión individual de acabar definitivamente con el sufrimiento (en cualquiera de sus esferas) que provoca la enfermedad terminal, de tener una muerte dulce y digna.

Y será responsabilidad de los partidos progresistas aprovechar este momento para abrir un debate que hace años debería haber sido abierto en canal hasta ponernos a la altura de los países que han sido pioneros en la defensa de las libertades individuales.


PD. El titulo del post es un préstamo de una famosísima película de Frank Cappa.

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