jueves, 1 de agosto de 2019

La Disidencia



El año que viene este blog cumplirá 10 años. En todos estos años, siempre hemos contado que el sistema tenía un gran problema para reconocer los errores, para aceptar las críticas - en nuestro caso siempre constructivas aunque no siempre entendidas como tales. Hemos tratado de explicar dónde pensábamos que había margen de mejora, a decir sin miedo que algunas decisiones no eran acertadas y a decir hasta la extenuación que era necesario cambiar el sistema desde dentro.

En esta ocasión queremos hablar de una estirpe de profesionales: los disidentes. Siempre nos hemos mojado y esta vez no va a ser diferente.

Está claro que las grandes organizaciones llevan mal la disensión. Siempre ha sido así y siempre lo será. No deja de ser una especie de actitud defensiva como contamos hace un par de años. Pero está claro también que uno de los grandes males crónicos de nuestro sistema sanitario (no solo del andaluz) es lo fácil que el sistema convierte a cualquier profesional en hereje si no defiende los "postulados oficiales". Es un riesgo que hay que asumir si pretendes transformar el sistema desde dentro. 

Sin embargo, en nuestra organización, en los últimos años del anterior gobierno... esta caza al hereje fue cada vez más implacable. La falta de un proyecto a medio plazo, como ya contamos en este post, pero sobre todo por las mareas blancas, el fenómeno Spiriman y las fallidas (pero sobre todo mal explicadas) fusiones hospitalarias junto a la creciente perdida de apoyo sociológico según los vaticinios demoscópicos de los años y meses previos a las elecciones regionales, configuraron un escenario aun peor donde se controlaban, ya no las disensiones internas, sino cualquier cosa que se dijera en redes sociales.

Daba igual que la persona tuviera o no los rasgos de un buen líder, daba igual la trayectoria profesional o los éxitos en gestión, lo importante era no discrepar, no criticar, decir, aun sin pensarlo, que todo iba de sobre ruedas. 

Los últimos años fueron como en la fábula del Traje Nuevo del Emperador, cualquiera que se atreviera a poner un “pero”, a decir “por ahí no” o a decir "nos estamos equivocando" era tachado inmediatamente de disidente y apartado sutilmente en algunos casos o estrepitosamente en otros.

La consecuencia final en algunos centros sanitarios es que la disidencia se fue llenando de personas responsables y muy bien preparadas, personas cuyo compromiso con la organización los llevó a levantar la voz en un momento de cómplices silencios, personas cuyo talento hacía albergar esperanzas pero cuyas opiniones no eran cómodas. Los centros sanitarios fueron perdiendo a los mejores para llenarse de mediocres. Las decisiones no las tomaban los mejores pero eso había dejado de ser importante. Eran los que mejor obedecían y además no levantaban la voz. Aquello del Principio de Peter o del Síndrome de Procusto se veía en cada centro sanitario.

Obviamente se fue configurando el mejor escenario posible para que la debacle electoral se produjera. La que en otro momento fue “la joya de la corona” terminó siendo una pesadilla para todos los responsables públicos. Ni siquiera abrir hospitales sirvió para evitar perder el gobierno regional.

El cambio político y los relevos en las direcciones de los centros sanitarios, en muchos de los casos no por méritos profesionales o de gestión sino por vinculaciones políticas, terminó de traernos a donde estamos hoy, un sistema sin norte y que vaga lentamente hacia ninguna parte... pero eso da para otro post.

El cambio de gobierno ha provocado que muchos de aquellos disidentes, repartidos por hospitales, centros de atención primaria y empresas públicas, han pasado a estar en tierra de nadie. Obviamente siguen ofreciendo lo mejor de su labor profesional. Pero su inquietud, su capacidad para proponer, innovar o transformar el sistema se quedaron en el camino. Aunque parezca sorprendente, fueron apartados por sus ideas y hoy siguen apartados por lo mismo. Fueron repudiados por exceso de celo y compromiso con el ciudadano - y el sistema - y hoy siguen siéndolo porque sus trayectorias y opiniones siguen marcadas ideológicamente.

Posiblemente el ejemplo más palmario y claro de esta situación sea el caso de Joan Carles March, hasta no hace mucho icono del movimiento transformador del sistema sanitario andaluz y hoy arrinconado por haber dicho lo que pensaba sin renunciar a sus principios e ideas progresistas. Aunque siempre habrá alguien que no piense como yo o diga que digo esto por amistad (sí, tengo la enorme fortuna de considerar a Joan Carles mi amigo), su valía es indudable si uno es medianamente objetivo y no aprovecharla es un enorme desperdicio.

Pero el de Joan Carles es solo un caso. Tristemente hay muchos más… 

Bienvenidos a La Disidencia.



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1 comentario:

  1. Al sistema no le gusta que sus miembros piensen mucho, innoven o disientan. Por eso es tan importante mantenerse en los márgenes y reconocer el mérito de los que llevan ahí mucho tiempo.

    Os mando un abrazo desde la disidencia de la sierra madrileña.

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