Gracias a la Comisión Gestora por dejarme entrar en su casa. Antes de nada, decir que me declaro admiradora irredenta de estos chicos y de sus tremendas entradas, a veces mordaces pero siempre libres de mordaza, ácidas y con mucho imán y atractivo. Un atractivo alejado de lo reverencial y con los pies en la tierra.
En esta entrada nos hablan de un concepto clave en cualquier Organización, en nuestro entorno social y en la vida en general: La Disidencia.
Hoy voy a arriesgarme a hacer una reflexión desde mi visión más plural. La que suelo practicar. La que vive entre la esencia profesional, la vida en gestión y la convicción política. La disidencia vista desde ese espacio donde se definen o se canalizan lo que llaman la CG, “postulados oficiales”.
Antes de nada, es importante que aclare lo que yo considero que es un disidente, su naturaleza motivada y su aura revolucionaria. Para ser disidente debes tener sentido de compromiso, de activismo y de progreso. Uno no es disidente si nunca se ha mojado. Por eso, y porque no siempre alcanzas el objetivo por el que te mueves, muchas veces tiene esa clásica connotación de ruptura, de pérdida, de cabreo y de aislamiento.
Saber que en algún momento ha habido ilusión por la participación, es una buena manera de identificarles y diferenciarles de los mal llamados profesionales tóxicos (sin objetivo claro en su clave de protesta) o de la disidencia controlada (los que surgen de esos planes de ingeniería social donde algunos líderes tradicionales, u otros, proponen canalizar y controlar las nuevas o viejas necesidades de la sociedad sanitaria). Aunque en mi bagaje académico nunca he estudiado como diferenciarles de una manera clara, en mi vida profesional sí lo he aprendido. La propia naturaleza del perfil disidente, tan pasional y concreto, hace que corra el riesgo de tener una vida corta. De ahí que la disidencia controlada puede ser un medio para muchos de pisar los brotes que surgen de manera espontánea. O, al contrario, que el brote tenga un crecimiento consensuado y colaborador, el contexto responda a reivindicación y haya oportunidad de cambio en el Sistema.
La diversidad en las opciones está servida: a propósito de la vida del disidente, me encanta esta escena de La Vida de Brian. Cada uno que lo identifique con lo que quiera… ;).
La diversidad en las opciones está servida: a propósito de la vida del disidente, me encanta esta escena de La Vida de Brian. Cada uno que lo identifique con lo que quiera… ;).
De una particular manera, Juan Irigoyen se acerca a la razón de ser del disidente en esta entrada y concretamente en este fragmento:
“En no pocas ocasiones es difícil determinar la diferencia entre una disidencia, una resistencia, una posición crítica o una simulación. En cualquier caso, la disidencia es un atributo del sistema, que crea las condiciones para su incubación. Lo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que las disidencias son fenómenos extremadamente productivos, en tanto que estimulan el pensamiento al establecer diferencias. En sociedades como las del presente, se puede afirmar que la disidencia es una precondición imprescindible para el cambio positivo. En ausencia de estas el sistema se encierra sobre sí mismo generando un clima pésimo y reforzando las ataduras sobre sus miembros. Así, la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros, se hace más sólida. Frente a un disidente solo cabe el elogio”.
Mientras los líderes no tengamos abiertas puertas y ventanas al conocimiento, a la crítica y la creatividad colectiva, y no sientan la obligación de que en el camino de la participación, los planes de impregnación son menos costosos, estaremos perdidos. Creo que la captación de nuevos gestores y el avance en formación sobre liderazgo en nuestro entorno de salud, debe dar un cambio exponencial para facilitar la detección de esa disidencia de horizontes francos, honestos y adecuados para el conjunto. Porque liderar para la libertad y la participación no significa reconocer tus fracasos, sino reconducir tus errores. No significa desalinearse de ese camino de “postulados oficiales”, sino hacerlo más grande y más honesto para que quepamos en equilibrio. Y tampoco es una pérdida de reconocimiento y respeto, sino de posicionamiento del líder detrás del colectivo profesional, para reconocer su expertía.
Me gusta pensar que la disidencia, ese espacio creativo y progresista de la sociedad sanitaria, puede conservar su esencia si se impregna de lo institucional, y que el pragmatismo responsable no atrape el idealismo y la ilusión por el cambio.
Algunos lo llaman audacia.Ana Suárez Guerra
@anamarsu
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