Entramos en 2017 y no vamos a dejar pasar la oportunidad de plantear nuevos propósitos para el nuevo año.
Como decimos en nuestras entradas del blog y en las conferencias a las que nos invitan, somos un colectivo que nos miramos demasiado la cicatriz, estamos continuamente mirándonos el ombligo y llenándolo de complejos que no nos dejan progresar como profesión.
En nuestros más de 20 años como enfermeras no hemos dejado vivir en un entorno profesional marcado por varias dicotomías tóxicas:
- Somos una pieza clave de la sanidad y a la vez un colectivo más maltratado.
- Nos quejamos de estar a la sombra del médico pero no queremos asumir más responsabilidades de las imprescindibles.
- Hablamos de que no tenemos representantes profesionales válidos pero a las elecciones colegiales solo van jubilados y afines.
- La Enfermería no ostenta puestos de responsabilidad ni en los sitios donde se toman decisiones al tiempo que individual y colectivamente denostamos la gestión y los que se dedican a ella diciendo que eso no es enfermería.
- Nos lamentamos de que no somos visibles ni reconocido nuestros trabajo en los equipos de Salud al tiempo que seguimos haciendo tareas que no nos corresponden, que nos sobrecargan y que nos infravaloran como colectivo.
En el fondo lloramos demasiado. Es nuestro estado natural…
Aunque tenemos todas las respuestas y soluciones dentro de nosotros, no hacemos nada para solventar nuestros problemas. Nos enjugamos las lágrimas con el fingido consuelo de que la solución tiene que venir de fuera, de que tienen que ser otros los que solucionen nuestros problemas o, simplemente, que la culpa es de los otros.
En la cabeza de cada enfermera se repite de forma martilleante la siguiente frase: “¿...y qué quieres que yo haga? yo no puedo hacer nada para cambiar esta situación esto lo tiene que solucionar….(otro)”
Tanto se martillea ese pensamiento que se convierte en el espíritu colectivo de cada estar de enfermería de cada centro de primaria, servicio de urgencia o planta de hospitalización cuando las cosas “pintan bastos”.
Sin embargo, seguimos autodenominándonos la pieza clave de la sanidad, pero con la boca chica, sin creérnoslo, pensando que no tenemos margen de maniobra y sin otorgarnos a nosotros mismos el valor que se supone que tenemos.
Para ser pieza clave, tendríamos que tener la profesionalidad que se nos supone y de la que tanto alardeamos. Pero el golpe de realidad de lo que dice este este tweet (con más de 1000 RTs) es nuestro día a día.
Llamar a los pacientes por su nombre no es una cuestión de "tener tiempo", sino de tener respeto, profesionalidad y responsabilidad.— Serafín Fernández (@SerafinCuidando) 17 de abril de 2015
No vamos a negar que no somos un colectivo al que no siempre se le trata bien. Pero cuánto de masoquismo hay en nuestra eterna sensación de maltrato. Siempre andamos haciendo cosas por los demás: buscando el informe médico para que el paciente pueda irse de alta, llamando, llevando, solucionando, arreglando y reclamando cosas para los demás. Sin embargo nadie nos hace nada a nosotros (que pena me doy...). Quizá si nosotros hiciéramos lo nuestro y dejáramos de hacer cosas para los demás no necesitaríamos que nadie nos hiciera nada. Digo yo que el Manual de la Perfecta Cabrona podría enseñarnos mucho, a mi me sirvió.
A la sombra, nos gusta estar en verano. El resto del año nos gusta tener nuestro lugar, tomar nuestras decisiones y asumir nuestra responsabilidad. No necesitamos que ningún médico tenga que informar sobre un tratamiento, un pronóstico o unas pruebas diagnósticas de ningún paciente del que seamos responsables. Si el paciente no quiere hablar nosotros es porque no le inspiramos ninguna confianza… puede que haberle dicho con anterioridad que tenemos que preguntar al médico para decirle si puede comer o no tenga algo que ver. Con estas actitudes no nos ponemos a la sombra del médico, vamos de cabeza a un soterramiento profesional.
Así es como nos terminamos convirtiendo en una profesión sobrecargada y minusvalorada. De entrada un profesional sobrecargado no tiene tiempo de hacer “favores” a las demás categorías, la sobrecarga entonces es autogenerada, y esta misma sobrecarga es la que nos hace pensar que no nos valoran por todo lo que trabajamos. Si dedicaramos nuestro tiempo a hacer un trabajo excelente igual nos sentiriamos más valorados. Somos las enfermeras las primeras que tenemos que poner en valor lo que hacemos, pero la realidad es que ni siquiera valoramos el trabajo de nuestros compañeros, porque si, por ejemplo, se sientan a registrar es que se están escaqueando del cuidado. Cuántas veces hemos escuchado ésto..
Es cierto que la enfermería no ostenta puestos de responsabilidad aunque haya excepciones para confirmar la regla (Doris Grinspun, Zulema, Jose Luis Gutierrez, Carmen Ferrer …) y lo, es por una histórica falta de ambición y por esa falta de confianza que la profesión enfermera en las propias enfermeras. Depositamos la confianza en otros colectivos para poder así tener la excusa de echarle la culpa a otros. Somos autodestructivas y nuestro mayor enemigo, la famosa violencia horizontal.
La ausencia de referentes y representantes profesionales válidos es un argumento muy manido y usado, al tiempo que acomodado. Nos es creíble pensar que siempre haya profesionales o personas interesadas en cerrarnos las puertas de los lugares de representación. Puede que las razones vuelvan a estar dentro de nosotras mismas. Que sigamos siendo representados laboralmente por las siglas sATSe mientras nos molesta que nos llamen ATS o que seamos una profesión colegiada que no participa de los órganos colegiales (o participa de manera irrisoria) tiene sin duda más peso que lo anterior.
Nuestra falta de visibilidad es el resultado de todo lo anterior, una profesión que se autoconsidera pieza clave sin serlo (mientras no lo demuestre), se refugia en tareas accesorias para evitar estar en su lugar y tomar las decisiones propias, que elude su responsabilidad, escudándose en la autocompasión y el autoengaño, y que no busca la excelencia individual autolimitándose en su desarrollo profesional. La invisibilidad no es el problema, es la consecuencia..
Como dijo Woody Allen: “Las cosas no se dicen, se hacen porque al hacerlas se dicen solas” no pueden ser las enfermeras las que digan que son la pieza clave de la sanidad, lo tendrán que decir los demás.
Así que hagamos nuestro propósito de enmienda para el 2017, dejemos de dicotomías. Dejemos de mirarnos el ombligo (ombligIN) y empecemos de una PUTA (se puede decir puta en este fanzine?) vez a practicar el ombligOUT
Que cada una de nosotras empiece a ser una ENFERMERA con mayúsculas.
Tú! Enfermera, deja de compararte y de mirar al de al lado y mírate a ti misma. Pregúntate cómo quieres que te vean y que tienes que hacer para conseguirlo ¡ponte las pilas!.
El 2017 es el año del #ombligOUT de la enfermería.
empieza el contagio... difundir el mensaje y que llegue a la mayoría de las enfermeras es el siguiente paso. con vosotros es fácil, pero ojito pq muchos callan y silban cuando salen ciertos temas. el 2017 será el AÑO, que ya toca.
ResponderEliminarEsperemos que sea el año.... pero mucho me temo que no ;-))
EliminarUn abrazo y gracias por comentar
Aaaaméén!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!! Esperemos que este sea el año en el que muchas enfermeras españolas saquen su ombligo a lucir ;-))
EliminarMuchas gracias. Deseamos que este año sea mas dinámico y positivo para todos.
ResponderEliminarsaludos
Gracias campeón!
ResponderEliminarYo no lo habría dicho mejor, seguro...
Algo cambiaremos este año...