martes, 25 de febrero de 2014

Las gallinas que entran por las que salen


Hoy, los lectores del blog, esperaran una entrada hablando de la entorne chapuza creada por los que nos representan entorno al tema del grado y la asimilación de la diplomatura, pero la grandísima Esther Gorjón lo ha hecho tan bien en este post que hay poco que añadir.


Nosotros queremos hablar de la reciente noticia aparecida en prensa y más concretamente queremos hablar de la situación que ha provocado la noticia.

Independiente de las connotaciones políticas que pudiera haber tras la noticia, el fallecimiento de dos personas en el pasillo de un servicio de urgencias debería ser motivo de preocupación para todos los que defendemos nuestro sistema sanitario.

Pero, tristemente, ésta es una situación que se barrunta demasiado en las conversaciones de pasillo de los hospitales como para hacernos saltar las alarmas. La típica frase "y tienen suerte de que no pase nada, porque cualquier día ocurre una desgracia..." no es tan infrecuente como para que la noticia nos saque del letargo en el que nos estamos alojando.

La cuestión es que, como dijimos en su día, se aproximaban malos tiempos para la sanidad en general y para la sanidad pública en particular.

Los ajustes de plantilla (despedir gente, no contratar, externalizar algunos servicios, no sustituir las bajas, no cubrir las bajas maternales o hacer contratos al 75% ES AJUSTAR LA PLANTILLA) no pueden traer otra cosa más que estrecheces y, cuando hablamos de atender a personas enfermas, las estrecheces no generan más que complicaciones para esas mismas personas en forma de listas de espera que se disparan, eternas esperas para ingresar, etc.

Diga lo que diga el político, director general o directivo de turno, es materialmente imposible que un menor número de profesionales atienda al mismo número de pacientes y, sobre todo, que los atienda con los mismos niveles de calidad que antes de estos ajustes, sobre todo porque la evidencia  (en el caso de enfermería) dice exactamente lo contrario.

Llegados a este punto tenemos dos opciones. 

Por un lado podemos sacrificar calidad y prestaciones y podemos, como han hecho algunas comunidades autónomas, reducir las carteras de servicio. Muchas han optado por cerrar centros, por externalizar a lo bestia, por reducir prestaciones o por otros modelos de gestión que lo que pretenden es reducir el peso del gasto asociado a los salarios de los trabajadores. Este no es el modelo de sistema sanitario que nos gusta porque rompe con lo de universal, público y gratuito.

Por otro lado podemos gestionar las mermadas plantillas para tratar de adaptarlas mejor a las crecientes necesidades asistenciales de una población cuyos males no entienden de crisis económicas. No es cuestión de reducir el número de contrataciones sino de dejar de hacer aquellas que aportan poco valor para fomentar aquellas que si lo aporten. 

Pero aquí, que sería la solución razonable, la progresista y la que garantizaría la continuidad del sistema tal y como lo conocíamos, nos chocamos contra todos los estamentos, todas las representaciones imaginables y contra "los ratios", esa regla no escrita por la cuál mientras en las urgencias hay profesionales dejándose la piel en turnos de doce horas, en algunas plantas de hospitalización hay gente haciendo punto de cruz, gente durmiendo la siesta o, directamente, mano sobre mano. 

Hasta que no seamos capaces de gestionar las plantillas, por ejemplo como nos dice este magnifico documento que compartió Miguel Angel Manyez, utilizando criterios como la severidad, la ocupación o el nivel de dependencia, no se puede  decir públicamente (aunque la consejera lo haga) que nuestro sistema es Universal, Gratuito y que mantiene todas las prestaciones previas a la crisis mientras en los despachos se le da una nueva (y es la tercera) vuelta de tuerca al ya de por si raquítico capítulo I.

Y no se puede por una simple cuestión de aritmética. Esperemos que ahora que en el Servicio Andaluz de Salud hay una economista dirigiendo los designios de los profesionales encontremos alguna salida matemática.

Este post está dedicado a mi compañero Ildefonso (y a otros muchos abnegados profesionales) que se dejan los sesos para cuadrar los benditos cuadrantes mensuales en estas condiciones.


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2 comentarios:

  1. Hola "gestores" creo que todos sabemos que esto no va de "invertir racionalmente" sino de "no gastar en servicios públicos" para poder bajar impuestos...

    Más allá de eso una consideración a propósito del documento que enlazó Mañez y que enumera múltiples métodos de "clasificación de pacientes desde el punto de vista de la enfermería" complementable con la legislación de Pennsylvania que comenté en Safe Staff Billing... ¿no hechamos nada en falta?

    Vosotros sois los adalides del "Soy enfermera¡¡ ni criada ni secretaria" y sabéis porqué lo decís... Todos conocemos ciertas 'tareas' que nos parece que no tienen que ver con los cuidados pero que mantienen en funcionamiento nuestras unidades... yo las llamo "tareas logísticas y de estructura"... llamo la atención sobre ellas porque en algunos foros de gestión se tiende a creer que "rellenan tiempos muertos" y puede que se deban realizar cuando no hay otras tareas, pero no cabe duda de que se deben realizar o corremos el riesgo de 'movernos en el caos'... sin control de caducidades, sin reposición de stocks, sin acondicionamiento de elementos de trabajo, sin orden el la documentación... hasta las mejores capacidades se desvirtúan.

    Concordamos en un fondo... que el sistema administrativo necesita un cambio para permitir elementos de GESTIÓN así con mayúsculas... puede que esos cambios deban llegar al propio marco de la gestión presupuestaria pero también coincidimos en los límites de los mismos: Los objetivos del sistema no pueden ser "no gastar" o "ofrecer margen de beneficio" sino que ha de ser una "eficiencia social" mirada como conjunto de sistema no como compartimentos estancos.

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  2. Muchas gracias por el comentario Salva.
    Como dices, coincidimos en el fondo y, por supuesto, en lo que comentas. Todas esas tareas son imprescindibles pese a que a veces parece que no existen. Y debe hacerlas alguien. El problema es que cuando hay menos personal hay algunas de esas (y otras) tareas imprescindibles que dejan de hacerse (o no se hacen tan bien).
    Ha sido coincidencia pero la edición de ayer de El Mundo hablaba de algo de lo que comentábamos en el post.

    Un abrazo

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