domingo, 10 de mayo de 2020

El dia de mañana. Por diez años más



Este mes el blog cumple 10 años. Lo normal es que esta entrada sirviera para hacer un resumen de lo publicado, más de 250 entradas, estos años.

Pero en la situación de pandemia que estamos viviendo, creo que es más lógico pensar en el futuro.

No pretende ser esta una entrada para hablar de como se ha gestionado la pandemia porque aquí hay una controversia tremenda y hay quién piensa que todo ha sido un desastre, quién piensa que no se ha hecho tan mal o incluso quién opina que se ha hecho acertadamente.

Ese es un debate que habrá que tener cuando haya distancia suficiente como para tener elementos de juicio y comparación con nuestro entorno aunque es posible que todo haya sido una concatenación de errores como explica Rafael Bengoa en este artículo.

Prefiero hablar y opinar sobre lo que esta por venir. Por que independientemente de como se haya gestionado esta crisis mundial, lo que queda meridianamente claro es que nada debería ser como antes y todos deberíamos tratar de aprender algo de esta crisis para cambiar aquello que manifiestamente no ha funcionado bien.

Lógicamente la lista podría ser muy amplia en función de a quién le preguntemos pero voy a quedarme con 3 aspectos que, creo, con los mas importantes. 

Sanitarios Infectados
Ninguna de los aspectos posteriores son importantes si no evaluamos antes de nada el por qué del número tan alto de sanitarios infectados. Obviamente y digan lo que digan, una parte importante de los sanitarios infectados es debida a la escasez de EPIs. 

Pero seria simplista quedarnos en eso. Creo que se han dado dos factores que juntos han provocado esta situación. 

Por un lado la forma en la que cada centro ha gestionado la oferta de los equipos de protección. El miedo al desabastecimiento por un modelo basado en ahorrar reduciendo los stocks disponibles y una red logística más que mejorable ha provocado que en algunos centros hubiera más EPIs almacenadas y guardadas que a disposición de los profesionales. Las imágenes de enfermeras haciéndose batas con bolsas de basura mientras en algunos almacenes había batas es tercermundista. 

Pero por otro lado, ha sido trascendental la existencia de plantillas muy justas, cuando no exiguas, que no permitan que los profesionales pudieran ponerse en cuarentena ante la mas mínima sospecha ante la posibilidad de que el sistema quebrara por falta de personal. Este es el momento de reclamar plantillas más amplias y adaptadas a las nuevas realidades. Tener enfermeras ociosas puede ser un sobrecoste para algunos en el corto plazo pero claramente es necesario para mejorar la calidad de la atención sanitaria. 

No me cansaré de decirlo, hacen falta más enfermeras. 

Obviamente no es cuestión de tener más por tenerlas sin saber para qué como nos dicen Azucena Santillán y Enrique Castro en este artículo, pero si esta claro que hacen falta más de las que hay, sobre todo en algunos territorios. Cuando haya más enfermeras ya hablaremos de nuevos roles y de más presencia en órganos de decisión que es algo pendiente desde hace años.

Cambio de Modelo
Muchos llevamos años hablando de la necesidad de cambiar el modelo sanitario para acercarlo a la realidad social del país. Años hablando de nuevas formas de gestión, nuevas formas de organización y nuevas formas de atención. 

Obviamente reforzar lo público del sistema es lo más necesario. La fragmentación solo ha traído malos resultados. Solo hay que ver los datos. pero eso es muy obvio.

Quizás sea esta la oportunidad, como nos cuentan en esta entrada, para empezar a hacer una Sanidad Diferente para una Sociedad Diferente. Y ese cambio pasa por muchas cosas, pero fundamentalmente por mejorar la capacidad de respuesta del sistema ante los nuevos retos. Este artículo de la Asociación de Economía y Salud da algunas claves de hacia dónde tenemos que ir. Y dentro de él me quedo con 3 aspectos. 

Por un lado, el cambio de modelo debe llevar aparejado un cambio en el modelo de gestión, de eso saben mucho la gente de Corporate Rebels y en este artículo David Font da algunas pistas. 

Por otro lado, ya sabemos que se puede teletrabajar en salud, Si, se puede usar la red y la telemedicina para mejorar las condiciones de salud de la gente. Hace unos años, a los que defendíamos esta idea nos llamaban locos. Hoy esta claro que el sistema no se rompe si parte de la actividad no es presencial y que parte del cambio pasa por ahí. Este artículo de  Frederic Llordachs es de lectura obligatoria. 

El último, y no por ello menos importante, es el rol que la Atención Primaria debe tener en el nuevo modelo sanitario. La mayoría de las noticias durante la pandemia han sido igual de hospitalocentristas que el propio sistema y, como en la realidad prepandemia, la primaria ha sido la hermana pobre. Así que creo que no es cuestión de reforzarla, ni siquiera de reinventarla, sino de adaptarla y darle el espacio que merece en el nuevo modelo. Hay muchos otros que saben mucho mas que yo sobre el papel que debería jugar la Atención Primaria a futuro, me quedo con este artículo en Avances en Gestión Clínica.

Atención Sociosanitaria
Mucho se está hablando de los sucedido en las residencias de mayores. Las altas tasas de mortalidad, la enorme fragmentación y diferencia en los modelos de gestión de cada comunidad y cada residencia (en función de la concesionaria correspondiente) por no hablar también de la desconexión con el sistema sanitario o la deshumanización del modelo residencial.

Esta claro que el modelo de cuidados a mayores y dependientes no estaba preparado. Posiblemente nada lo estaba pero no por ello no vamos a tratar de cambiar a mejor aquello que manifiestamente ha funcionado mal.

Hay quien propone sanitarizar las residencias como  este artículo, pero no me parece suficiente. El cambio de modelo de residencias que proponen en este otro artículo tampoco me lo parece. Tampoco creo que sea cuestión de reconvertir ahora todas las residencias a la red pública sin tener una estructura para ello.

Quizás sea el momento de hacer algo más a futuro, algo más global y acorde a la nueva realidad sociológica del país. Como proponen en este artículo británico publicado recientemente en el British Medical Journal, quizás ha llegado el momento de integrar en un único sistema el sistema nacional de salud y la red de atención sociosanitaria. Quizás sea el momento de darle una vuelta a todo y darle un nuevo contenido al ministerio. La Ley General de Sanidad es del año 1986 y quizás ha llegado el momento de darle una vueltecita y hacer que tanto ésta como la Ley de Dependencia converjan en un único marco regulatorio que se aprovecharía de los cambios que se han descrito antes.

Y eso es todo amigos. Disculpad si la entrada ha quedado algo larga pero creo que el cumpleaños y el contexto lo merecen.

Llevamos diez años comentando y proponiendo cosas para mejorar el sistema sanitario y en esta crisis global no íbamos a ser distintos. Por diez años más.



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jueves, 30 de abril de 2020

Las marcas de la Pandemia



Todas las situaciones vitales o trascendentes dejan marcas imborrables en las personas que las viven. Y esta pandemia, por su carácter global, desconocido y especialmente beligerante con quién menos te lo esperas no es, lógicamente, una excepción.

A pesar de mis largos años de experiencia como enfermera, la situación en la que nos encontramos y las consecuencias en la esfera personal de los que la sufren, la temen o la tratan no puede más que evocarme escenas de películas y series de tintes apocalípticos, situaciones que marcarán un antes y un después en nuestras vidas.

En nuestra particular experiencia de esta distopía en el hospital, se representan todas las contingencias, todas las posibilidades expresadas de diferentes modos.

Por un lado, tenemos a los que están en las trincheras, al pie del cañón en las urgencias hospitalarias. Los profesionales que trabajan en este servicio están dando todo lo mejor de ellos, en un cóctel que mezcla el miedo irracional a lo desconocido y a la posibilidad de llevar la enfermedad a sus casas y la responsabilidad asociada al deber, a la vocación de servicio público. No en pocas ocasiones, este maldito enemigo invisible contra el que estamos luchando desde hace poco, y a la vez demasiado, tiempo, coge a alguno desprevenido. 

Un pequeño descuido, un despiste, un momento de relajación en el que la mente te lleva a pensar que nada de esto está pasando, te pone en riesgo. Esta enfermedad es así de malvada, casi siempre viene camuflada. No hay paciente tipo y cualquiera puede ser el origen de una explosión de casos. Pero, a pesar de todo, son profesionales acostumbrados a estar en primera línea de fuego, a no decaer nunca y a tener siempre a un compañero en el que apoyarse. 

En las siguientes líneas de defensa hospitalaria las cosas no son muy distintas. Cambias la inseguridad de no saber por dónde puede sorprenderte esta enfermedad a entornos donde tienes la seguridad de que el virus es parte del ambiente. Las unidades Covid y las UCIs son el territorio Chernóbil de la vieja Europa. Los profesionales van más preparados, tienen las EPIs adecuadas, cuando las tienen claro, pero nada es capaz de compensar la sensación de miedo a una enfermedad desconocida que lo mismo permite que viva una persona pluripatológica de más de ochenta años que termina llevando con Caronte a un joven deportista de apenas cuarenta años. 

El resto del hospital no se escapa a esa sensación irracional de miedo a lo desconocido y a la vez a lo que tienes la profunda sensación que puede acabar con tu vida o con la de los tuyos. Pasillos cargados de mascarillas de todo tipo, sirvan o no, sean las que estén indicadas por los protocolos o las que te ha regalado tu familiar o tu amigo que trabaja en la industria petroquímica. 

Pero si los profesionales lo están pasando mal y están viéndose obligados a cambiar rutinas, procedimientos y protocolos, los grandes afectados son los pacientes y sus familias. La soledad, la incertidumbre y el silencio son sus grandes losas de preocupación.

Tras todas esas mascarillas, las batas, los monos y las gafas de protección, siempre hay una sonrisa espontánea que no se ve, una mueca que sirve instintivamente para tratar de compensar el miedo que sentimos en los ojos de los pacientes. Miedo cuando llegan y se les informa de la posibilidad de tener la temida enfermedad.

Igual que, pese a los dos pares de guantes, siempre hay una mano a la que pueden agarrarse fuertemente, en ese momento el mayor de nuestros tesoros, el contacto, cargado de capas y protección, pero contacto, al fin y al cabo.

Y también una palabra de ánimo y alivio, un simple “No te preocupes” que poco sirve para compensar todo lo que viene después de que desaparezcamos entre puertas, dejando atrás a un paciente atemorizado y sin su familia, sin saber cuándo podrá volver a abrazar a sus seres queridos. 

Por unos días somos los sanitarios los que pasamos a ser sus familias, a cuidar como nos enseñaron con el alma y el corazón, cuando intentamos hacer más llevadera esa soledad e intentamos hacer que nos sientan parte de ellos. 

El miedo lo impregna todo. La mayor marca que dejará esta pandemia es el miedo, la enorme sensación de vulnerabilidad que esta enfermedad nos ha traído de vuelta a occidente. Miedo a morir cuando no era el momento., miedo a que muera quién, de acuerdo a los cánones que teníamos hasta este momento en occidente, no le tocaba.

Así que es normal que nuestros sentimientos estén a flor de piel. Nos piden que mantengamos una distancia de seguridad y al mismo tiempo tenemos una necesidad imperiosa de achuchar a nuestros compañeros de lágrimas cuando las suyas se derraman porque cuentan que no saben cuando podrán ver a sus hijos o sus familias.

Todos los días hay momentos en los que creemos que vamos a decaer, que tanta tensión contenida, tanto miedo disimulado podrá con nosotros, pero siempre algo en nuestro interior nos aflora, no sabemos qué, una sensación de aún queda un poco más de fuerza, la posibilidad de una marca más de las gafas o de la mascarilla, de una muesca más en la memoria del miedo que estamos viviendo, porque en el fondo es un día menos que luchar.

Un día más de miedo es, en el fondo, un día menos de miedo. Una marca más es, en el fondo, una marca menos y un día menos de miedo.





Este texto se ha realizado a seis manos con mis amigas y compañeras Mercedes Serrano y Rosa Figueroa para un trabajo del Experto en Gestión de Cuidados de la Escuela Andaluza de Salud Pública.

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lunes, 10 de febrero de 2020

No disparemos al pianista


Estos días se ha creado un gran tumulto en torno a la sentencia 344/2019 del Tribunal Superior de Justicia de Navarra por demanda del @SMedicoNavarra contra la Gobierno Foral de Navarra, SATSE y Colegio de Enfermería. 

Una sentencia, otra más después de las de Andalucía, Madrid y Castilla León, que vuelve a decir que las enfermeras no podemos dirigir equipos multidisciplinares entre los que estén médicos porque no tenemos capacidad legal para ello.

Da igual que se pongan ejemplos de centros dirigidos por enfermeras que funcionan a las mil maravillas. Incluso da igual que este sea el año del #NursingNow...

Da igual que una enfermera pueda llegar a ser doctora y que tenga más créditos universitarios cursados que muchos médicos (incluso con sus años de grado, master y MIR),  da igual que tenga formación especializada en gestión y una dilatada experiencia dirigiendo equipos y centros, ella seguirá siendo A2 y el médico A1. 

La realidad es que el problema está en las normas y en su falta de adaptación a los tiempos actuales. No nos organizan por competencias sino por los criterios que marcan las leyes citadas antes.



Es decir, igual que un funcionario A2 no puede ser director general (posiblemente esto no lo sepa todo el mundo), las normas que regulan el acceso a la función pública y organizan las profesiones sanitarias en los centros aun establecen diferencias entre licenciados y diplomados - aunque estos en la realidad del 2020 ya no existan - y, como se puede leer en el artículo 6.1 de la LOPS, siguen estableciendo funciones exclusivas a los primeros.

Por eso, la sentencia nos podrá parecer casposa, anticuada y no conforme a la realidad actual postBolonia, pero es lo que hay.

Podemos saciar nuestra frustración contra los miembros de los tribunales de justicia (de éste o de los que vengan) aunque la realidad es que juzgan conforme a las leyes vigentes. Podemos cargar tintas contra los miembros de los colegios médicos que van al juzgado cada vez que ven a una enfermera dirigiendo un centro sanitario o un cambio normativo que trate de legalizar esta situación pero, por muy rancio o clasista que nos parezca,  lo que hacen es actuar de lobby del colectivo que representan.

Podemos despotricar todo lo que queramos en redes sociales y sentirnos, por enésima vez, vilipendiados y maltratados.


Pero lo que verdaderamente toca es mirarnos el ombligo y como dice Jose Ramón Martinez-Riera en esta magnifica entrada, trabajar en el cómo y no en el qué. El tema es cuándo vamos a dejar de llorar y vamos a ponernos en serio a  cambiar esto y exigir a los que nos representan que se dejen de campañas de recogidas de firmas, de autobuses serigrafiados y de fotos adhiriéndose a campañas que no van a cambiar esta situación.

Urge una modificación y adaptación de la LOPS, del EBEP y del Estatuto Marco a la realidad actual... y detrás de eso una adaptación de cada norma autonómica. Urge que dejemos de ser ATS/DUE en las clasificaciones profesionales de las diferentes consejerías y entes sanitarios.

La verdadera cuestión es ¿qué han estado haciendo nuestros representantes desde 2010 para hacer todo esto y tratar de adaptar esas normas a la realidad actual?

Es significativo que estos días Rodrigo Gutierrez, Director General de Ordenación Profesional del Ministerio, se haya mostrado más sensible y haya criticado la sentencia con más dureza que el propio Consejo General y el sindicato mayoritario (ni un triste tuit). Dice mucho de él y muy poco de nuestros representantes.

Así que no disparemos más al pianista, no gastemos energías en eso, y exijamos a nuestros insignes representantes que hagan su trabajo o mejor, cambiémoslos.


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miércoles, 15 de enero de 2020

El Milenarismo Enfermero ha llegado



En este 2020 este blog cumple 10 años y nadie podrá decir que no ha sido un medio de activismo enfermero. Así que nadie podrá pensar que no me parece bien que la OMS haya decidido que este debe ser el año de las enfermeras y matronasPero a este 2020 no termino de cogerle el punto. 

Obviamente no es que no piense que las enfermeras necesitemos más reconocimiento social o que estamos totalmente preparadas para asumir nuevas o más responsabilidades incluso políticas de salud como defendió hace poco Sergio Vallés. Mas bien lo contrario, los que leen este blog saben que llevamos años defendiendo esa idea y lo hicimos hace bien poco cuando criticamos la forma en la que se ha ido descafeinado la iniciativa NursingNow en nuestro país.

Pero lo que es sorprendente es que ahora, casi de golpe y porrazo y desde hace pocos meses, lo vea tan claro casi todo el mundo.

De pronto, por una especie de conjunción astral coincidiendo con el 2020, NursingNow, el nuevo gobierno, la declaración de la OMS y el 200 aniversario del nacimiento de nuestra veneradísima Florence, ahora resulta que todo el mundo se ha dado cuenta que las enfermeras somos la rehostia.

Ya no es solo que los expertos de la OMS se hayan caído del guindo de pronto y nos dediquen este año. Como expertos que son se están dando cuenta que por el camino que vamos, ninguneando a las enfermeras no íbamos a ningún lado.

Que The Economist nos dedique un artículo titulado "Florence Nightingale and the changing face or Nursing" o que The Lancet nos dedique un editorial donde piden que liberen todo nuestro potencial, como si fuéramos una especie de superguerreras de la Bola del Dragón o Jedis de la ultima estirpe Skywalker, no deja de ser oportunismo asociado a la iniciativa de la OMS. A ver cuántas enfermeras podrán publicar sus trabajos científicos en esa revista. Como son conscientes de ello, hasta nos ha cedido un numero especial para que recibamos el reconocimiento y soporte que merecemos y, de paso, que no nos quejemos.

Ahora de pronto, la enfermería y las enfermeras debemos estar superempoderadas y somos casi intocables. Casi como unas vestales del sistema sanitario. 

A nuestros próceres, esos que siguen haciéndose fotos en blanco y negro, ya hasta les molestan las canciones y las letras de Melendi e incluso se quejan al ministerio, como si el ministerio pudiera enseñar algo al pobre hombre de Melendi, al tiempo que nos revelan los superpoderes que debemos tener para ser las lideres del nuevo milenio (y que no tienen ellos, claro) o nos dicen que podemos ser gerentes de hospitales pero que no lo somos porque no sabemos que podemos (cuando la realidad tiene más que ver con el EBEP y las limitaciones de no haber peleado por adecuar esa norma a la realidad tras el Plan Bolonia).

Incluso tiran la casa por la ventana (con pólvora de rey claro) y nos organizan, textual, la mayor campaña de visibilidad de las enfermeras, con macrocongreso, concurso de fotografías y autobús (a lo HazteOir) incluidos.

El sindicato mayoritario, ese que lleva las siglas ATS en su nombre y que ahora le molesta tanto que nos llamen ATS que incluso se ha quejado al ministerio (mientras, supongo, preparara una especie de refundación para cambiar su nombre y ganar coherencia) va a pelear con todas sus fuerzas para sacar adelante que las ratios sean las mismas que en Europa, quiera decir eso los que quiera decir, porque lo importante no es ni el reconocimiento profesional, como se gestionan las plantillas o las capacidades de las enfermeras, sino que seamos suficientes. El mismísimo Victor Aznar, ese que dirigió ese sindicato 30 años y ahora dirige la Fundación FUDEN, cree que vamos por el buen camino porque en un municipio de 25000 habitantes han contratado enfermeras en los colegios. La Estrategia del Caracol la llama...

No descartéis que a mitad de legislatura nos sorprendan con otro autobús, verde esta vez, y algún macroencuentro que acabe con todos cantando Aquarius.

O sea, que tengo la sensación que este 2020 lo hemos empezado viviendo una transmutación general. Viviendo una especie de advenimiento enfermeril, una especie de profecía autocumplida, una especie de espíritu MrWonderfull llevado a la sublimación colectiva. Todos los problemas reales de la profesión, laborales, de representación y de reconocimiento, se habrán esfumado después del 2020. Una compañera se ha atrevido a hacer su particular carta a los Reyes Magos por si alguien se pierde en la lista de cosas que necesitamos.

Así que no puedo más que acordarme del visionario Fernando Arrabal y aquella antológica cogorza pública en un también antológico programa de Sanchez Dragó en el que todo el mundo hablaba con tremenda gravedad sobre el apocalipsis mientras que el visionario se hinchaba de chinchón y soplaba un matasuegras. 

Esta claro que el Milenarismo enfermero va a llegar este año y durará hasta el año 20 del siguiente siglo... o no.

De todos modos, lo mismo soy yo, que me voy haciendo mayor, más ácido, ácrata y descreído o directamente disparatado como Arrabal. Así que no me hagáis demasiado caso...


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