lunes, 11 de diciembre de 2017

La H que todo lo puede

Que conste en acta que tenemos el convencimiento de que la reciente moda de querer humanizarlo todo en el entorno sanitario no es más que una burbuja además de ser una redundancia y poner de manifiesto que algo no estamos haciendo bien. 

Mal vamos si tenemos que rehumanizar algo tan humano como la asistencia sanitaria, si tenemos que humanizar el parto, las urgencias o cualquier otra cosa.

Obviamente no criticamos las iniciativas, la mayoría de ellas lideradas por gente que lo que quiere es mejorar la calidad de la asistencia sanitaria que prestan. Gente preocupada por su quehacer diario y que han decidido dar un paso adelante con los recursos que tienen: ilusión, compromiso y redes sociales.

Como recientemente nos explican en este post de NuestraEnfermería, tanto la ya veterana iniciativa HU-CI, una iniciativa más que interesante y que ha puesto el foco en lo que no se estaba haciendo bien proponiendo cambios sustanciales en las UCIs de España (y fuera de ella) y que ha sabido utilizar toda la potencia de las redes sociales para conseguir darle visibilidad al problema que dio origen a la iniciativa, la iniciativa HURGE, que pretende humanizar la atención que se da en las urgencias y las emergencias o la más reciente, proyecto HUGES propuesta hace unos días por el incansable Albert Cortés, quieren y hacen lo mismo, proponer desde abajo mejoras para que los de arriba se den cuenta de que algo no va bien.

El problema es que los de arriba, los responsables de que nuestra asistencia sanitaria esté en la situación que está, no se han parado a pensar en qué es lo que ha pasado para que surjan estas iniciativas.

Tan solo se limitan a hacerse la foto, a decir en público y sin sonrojo que hay que humanizar la asistencia sanitaria (recientemente lo hizo la consejera andaluza en las jornadas de SADECA), a proponer planes de humanizaciones de la asistencia sanitaria como en el SESCAM o la Comunidad de Madrid (hay hasta una viceconsejería para eso) o incluso a montar una fundación para proponernos que hay que aumentar la formación en humanismo en las facultades y cuyos patronos son las organizaciones colegiales (médicas,enfermeras y farmacéuticas) tan corresponsables como el resto de habernos traído hasta aquí.

Mal vamos si creen que sin reducir las listas de espera (lo que requiere un profundo análisis y una importante inyección económica), sin mejorar las ratios de enfermería (este artículo de Jose Miguel Morales deberían leerlo todos los decisorios políticos) o sin reconfigurar el sistema para poner a la atención primaria donde debería estar (este post de Juan Simó nos explica bien dónde está ahora), los pacientes se va a sentir mejor tratados solo con la empatía, la sonrisa y una gran H en el pecho de la enfermera de urgencias.

Mal vamos si los que deciden creen que solo con poner una H delante se va a conseguir mejorar el sistema sanitario sin necesidad de hacer un análisis profundo, serio y crítico y sin hacer un esfuerzo económico, político y transformador.

Mas vamos si los que deciden creen que solo con postrero, con una H que parece que todo lo puede, vamos a mejorar el sistema sanitario.



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lunes, 6 de noviembre de 2017

Reinos de Taifas y de euros



Hace algo mas de un mes y medio que no publicamos lo que, como hemos dicho otras veces, no significa que no estemos atentos a lo que pasa en nuestro alrededor. 

Como es obvio, en este mes y medio han pasado un montón de cosas de las que podríamos hablar.

Podríamos hablar de la destitución de Joan Carles March como director de la Escuela Andaluza de Salud Pública pero ya llegamos tarde y mucha gente ya lo ha hecho mejor que nosotros. Sin duda una destitución por razones de confianza que no puede ser explicada desde el punto de vista ni del oportunismo ni de la valoración de la gestión realizada.

Podríamos hablar de las sensaciones que tuvimos en el último congreso de ANDE donde coincidimos con viejos amigos y desvirtualizamos a grandes enfermeras a las que aún no conocíamos en tres dimensiones. Pero sería ahondar en la idea de los congresos necesitan una reconversión como muchos han comentado en #cambiacongreso.

Podríamos hablar también de la huida hacia delante de Maximo Gonzalez Jurado porque se le estrecha el cerco judicial. Pero de nuevo hay muchos otros que lo han hecho ya y bastante mejor que nosotros. Nos queda el consuelo de haber participado en el grupo de la candidatura de Carmen Ferrer a las elecciones a la presidencia del Consejo General y que, finalmente, no consiguió los avales suficientes, algo, por otra parte, que era de esperar.

Podríamos hablar del exitazo que está siendo, mes a mes, el FanZine enfermero de Fernando Campaña y de que hace ya unos meses que no participamos. Pero el FanZine se explica casi solo...

Incluso podríamos hablar de como está discurriendo el traslado escalonado de nuestro hospital al nuevo edificio... pero eso lo dejaremos para un monográfico con nuestras sensaciones.

Así que nos vamos a quedar con algo que nos ha llamado poderosamente la atención en los últimos meses.

De un tiempo a esta parte, es frecuente encontrar noticias de especialistas médicos que, aprovechando la coyuntura de falta de especialistas (de eso habría que hablar largo y tendido), amenazan con irse o directamente se van a la sanidad privada denunciado que no se les trata bien. Muy sonado y con gran repercusión pública ha sido el caso de David Farrinton en el Virgen del Rocio.

Una fuga de médicos, así lo titulan en este artículo, que a cualquiera le haría pensar al leer esas noticias que son trabajadores precarios... No vamos a decir nosotros que no haya un problema. Ya hablamos en esta entrada de la falta de magnetismo de los hospitales públicos, sobre todo de los comarcales. Pero seria incluso obsceno en la situación socioeconómica española decir sin sonrojo que son precarios. Puede que no muy bien tratados, pero precarios no.

Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente de estas situaciones, nada infrecuentes en muchos centros, es la respuesta de las organizaciones sanitarias públicas. Sin ser consciente o siéndolo...  se vuelve a tiempos pasados donde se pagaba a precio de oro, a golpe de gratificación complementaria o incluso hiperextraordinaria, como se plantea en el borrador de decreto del que se habla en esta noticia, la actividad diaria.

El problema del magnetismo no es un problema de dinero, aunque todo el mundo reciba de buen agrado un aumento de los emolumentos mensuales, sino de modelo. 

Pagar de forma extraordinaria la actividad que debería ser ordinaria no solo es un parche que no arregla el problema sino que, además de aumentar enormemente los costes, lo termina acrecentando. Ya nos pasó en Andalucia con el complemento al rendimiento profesional.

Quizás, en este otro artículo donde otro especialista relata su salida a la privada esté la verdadera clave. El maltrato no es económico sino de hipertrofiado poder de los jefes de servicio en un modelo sanitario que, con las unidades de gestión a medio implantar, no es ni vertical ni horizontal sino de Taifas y de euros.

Así que del profesionalismo en salud del que habla este reciente documento técnico de la Escuela Andaluza de Salud Pública ni hablamos.


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jueves, 14 de septiembre de 2017

La Tercera Ley de Newton


Esta no era la entrada con la que pensábamos reiniciar la actividad en el blog. Pretendíamos que fuera más científica, más didáctica.

Pero si algo ha caracterizado siempre a esta publicación desde su primera entrada en mayo de 2010 ha sido precisamente su vocación para servir de púlpito sobre el que opinar sin cortapisas, desde la crítica constructiva y sin equidistancias.

En una reciente entrada en la que hacíamos justo eso, decíamos que teníamos la sensación de que íbamos como pollos sin cabeza. Fue una entrada sin comentarios (como muchas otras) aunque generó alguna conversación tuitera de compañeros que compartían nuestra sensación. Obviamente también hubo quién, como en otras ocasiones, opinaba que éramos demasiado críticos y demasiado negativos en nuestra visión del sistema.

Lo sorprendente para nosotros ha sido que estos días, Jose R. Repullo, de quién nadie puede decir que sea un arribista o un bolchevique como nosotros, publicaba una entrada en la que, con mejores palabras, llegaba casi a la misma conclusión que nosotros.

En el caso concreto de nuestra realidad, pese a que han pasado ya algunos años de la parte más dura de la crisis, se está produciendo un repunte de las mareas blancas. Ya no tenemos solo un Spiriman en Granada, sino que han aparecido clones (han copiado algunas de sus herramientas de difusión) en Málaga o en Jaén y en otras muchas ciudades hay o está previsto que haya movilizaciones ciudadanas masivas (hace pocos días se ha producido una en nuestra ciudad que no tiene precedentes).

Los profesionales también se movilizan y se arremolinan en este clima de crispación continua. Surgen foros y asociaciones en todos los rincones. La capacidad de las redes sociales para aglutinar personas entorno a algo es inacabable. Se producen continuos anuncios de grandes profesionales que ante la sensación de no estar siendo bien tratados dejan la sanidad pública (aunque esto da para una entrada sobre los motivos de fondo). Las organizaciones sindicales vuelven a agitar sus banderas y a reclamar mejoras laborales. 

Los medios de comunicación publican día si y día también noticias relacionadas con nuestro sistema sanitario. Se entremezclan sin miramientos noticias que buscan hurgar en la herida, noticias con sucesos horribles (como la reciente muerte en el hospital de Valme) con noticias de autobombo que tratan de mitigar el impacto de las malas noticias pero que apenas sí lo consiguen. 

Obviamente, a dos años de las elecciones y con una herida abierta a nivel interno, los partidos de la oposición también tratan de sacar tajada del complicado momento que se está viviendo.

Al final todo termina confluyendo y mezclándose en grupos y publicaciones en Facebook@ con cientos de comentarios que, a su vez, generan nuevas publicaciones y nuevos grupos de ciudadanos entre los que se termina instalando la idea de que el sistema sanitario está en su peor momento aunque posiblemente no sea del todo cierto.

El sistema termina plegándose y puesto en modo defensa continua. La crítica constructiva, nunca bien entendida, es directamente señalada como dañina. Es tal la coraza defensiva que todo lo que se sale del "mensaje oficial" es una amenaza lo que nos conduce a un callejón donde lo fácil es separarlo todo entre "buenos y malos", como dice Federico Relimpio en esta entrada, sin entrar a ver si los buenos son de verdad buenos o los malos tan malos.

La que otrora fuera "la joya de la corona" se ha convertido en ring de disputas políticas y sociales. Como bien explica este artículo de hace unos días (que resume bastante mejor que nosotros esta situación), la política y su propaganda lo han inundado todo convirtiendo el sistema sanitario en un lodazal. Ya no es ni siquiera una cuestión de despolitizar la gestión, la política lo condiciona todo y la mayoría de los gestores, como dice Repullo, tienen nulo margen de maniobra. En este escenario los buenos gestores se transforman en mediocres y los malos directamente en pésimos.

La política, al menos en el momento actual, es cortoplacista y reactiva. Todo es propaganda y contrapropaganda. Todo es acción y reacción. Es tan reactiva que es capaz de defender a capa y espada una cosa en Andalucia y la contraria en otra comunidad (esta noticia sobre las unidades de gestión en Castilla y León es muy clarificadora).


Lejos quedó aquel sistema sanitario público andaluz que era proactivo, que tenía claro que había que planificar en el largo plazo para conseguir resultados en salud en sus ciudadanos en el medio plazo. Lejos quedó aquel sistema sanitario que planificaba con visión estratégica para convertir en realidad las políticas sanitarias. Lejos quedó aquel sistema sanitario público andaluz que era mirado con envidia por otras comunidades, que era ejemplo de iniciativas exitosas y proyectos novedosos.

Hoy todo es inmediato. Hoy se ejecuta lo que el político dijo ayer. Todo se hace como reacción a otra cosa. Muchas decisiones y propuestas se quedan en nada porque al día siguiente aparece una contrapropuesta en respuesta a un titular, una amenaza de movilización, una pregunta parlamentaria o una nota de prensa. Los responsables y gestores viven en una sensación permanente de cuerda floja.

Y así, dominados por la tercera ley de Newton e "intervenidos" por las tensiones políticas es fácil de entender que sea difícil tomar decisiones correctas sin riesgo a equivocarse. Así es difícil abrir un hospital nuevo sin generar nuevos incidentes que sirvan para seguir avivando las ascuas en una especie de espiral incendiaria sin fin.

Si nadie pone fin a este sindios la imagen del sistema sanitario público ya de por sí muy maltrecha seguirá deteriorándose, sirviendo de pasto para los buitres de siempre. Pero, sobre todo, perderemos ciudadanos y profesionales.


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jueves, 27 de julio de 2017

Ay señor, llévame pronto...


En la última entrada publicada tratábamos de dar nuestra opinión sobre la situación que se está viviendo últimamente en el hospital donde trabajamos desde hace más de 20 años.

Nos propusimos que fuera una entrada seria y rigurosa donde exponer nuestro punto de vista. Pero como solemos decir, la realidad suele superar con creces a la ficción y termina invitándonos a volver a hablar de ciertos temas. 

Y es que los últimos acontecimientos vividos en el hospital de La Línea no pueden ser más kafkianos, propios del mejor guionista de películas de humor negro británico, de Monty Piton o del mismísimo Berlanga.

Desde primavera corría el rumor de que en breve iba a venir una persona de contrastado prestigio y dilatada experiencia a ayudarnos con el traslado al nuevo hospital. El nombre se guardaba con celo para que el efecto dramático y mesiánico del nombramiento fuera espectacular. Entre tanto tuvimos cambios a nivel de consejeria y el Servicio Andaluz de Salud. La llegada tendría que esperar.

Iban pasando las semanas y, al fin, a primeros de julio, tanto la dirección como la delegación provincial anunciaron públicamente en una reunión con la Plataforma Cívica de Defensa del Hospital que pronto se incorporaría un nuevo coordinador para encargarse del traslado y que, además, asumiría competencias de dirección.

Todos pensamos, con la reivindicación de la segregación sobre la mesa, que la nueva incorporación se terminaría convirtiendo en el nuevo gerente del hospital de La Línea, "la gran esperanza blanca" que reflotaría el hospital para llevarnos al flamante nuevo edificio.

Poco después nos visitaron la nueva gerente del SAS, Francisca Antón, y la nueva directora general de asistencia sanitaria y resultados en salud, Dolores Alguacil. En la reunión con profesionales, con sindicatos y con la propia plataforma volvieron a hablar de las futuras incorporaciones y que, con ellas, se cumpliría el compromiso de hacer los primeros traslados en octubre.


El advenimiento se había producido y el elegido era Joseba Barroeta Urquiza, más de 30 años de experiencia en alta gestión hospitalaria (entre ellos el hospital Virgen del Rocio) y en paro desde que en febrero dejara de ser gerente del hospital de San Juan de Dios de Bormujos, quién, en su discurso de presentación, ya hizo una declaración de intenciones.

Parecía que empezábamos a ver luz al final del largo túnel en el que nos habíamos metido desde que en 2006 fuéramos considerado el peor hospital de Andalucia según este demoledor artículo que publicó El Pais.

Pero el destino es caprichoso y ese mismo día, al tiempo que se producían estos dos anuncios, por un lado, Inmaculada Nieto, parlamentaria andaluza de Izquierda Unida, se comprometía a vigilar la gestión del SAS en el hospital de La Línea y por otro, Redacción Médica publicaba una noticia donde se anunciaban los candidatos a dirigir dos grandes hospitales de la Comunidad de Madrid, noticia que se ampliaba dos días más tarde glosando los curriculums de los aspirantes

El Sr. Barroeta estaba entre los candidatos a dirigir los dos centros.Aunque no lo sabíamos, la mecha estaba ya encendida y los acontecimientos se sucedieron rápidamente. 

Los sables políticos se movieron rápido. 

El lunes empezaron los traslados de despachos, los cambios de ubicación y comenzamos a trabajar en el traslado. Al fin. Las herramientas del Sr. Barroeta: una agenda, un bolígrafo, un dossier con indicadores hospitalarios y algunos planos. 

El martes siguiente, mientras el Sr. Barroeta ya empezaba a tomar decisiones (que faltita nos hacían), Izquierda Unida pedía su destitución al tiempo que los sindicatos pedían explicaciones. El runrún de comentarios sobre su presencia en la lista de candidatos a dirigir hospitales en otra comunidad aumentaba.

El miércoles empezó ajetreado para Barroeta: visita al nuevo hospital, informes sobre dependencias y equipamientos. Salvo por la presencia de Barrotea, para el resto parecía un miércoles normal. Pero no era un miércoles de normal sino miércoles de feria, día en el que tradicionalmente gran parte del personal hace las comidas de convivencia durante la semana grande de la ciudad. Por eso invitamos al recién llegado a acompañarnos pero se excusó diciendo que tenía una reunión a media tarde.

Mientras medio hospital comia, cotilleaba sobre las nuevas incorporaciones, hablaba del presente y del futuro, bailaba, bebía y se divertía sin pensar en nada, en el hospital se celebraba una reunión trascendental.

Nada ha trascendido del contenido de dicha reunión. Muchas son las especulaciones por los pasillos de hospital. Lo único que está claro es que desde ese momento ya no hemos sabido más de Barroeta. 

El viernes, siguiente día laborable, su despacho estaba vacío. Ya no estaban ni él ni sus cosas. Era como si nunca hubiera estado. Nadie sabia que había pasado. Nadie era capaz de dar una respuesta concreta.

El martes (el lunes fue festivo local por la feria) ya vimos la noticia. Barroeta había renunciado. ¿Por qué? Ninguna explicación más.

Tan solo Izquierda Unida, coherente con su petición, ha hecho declaraciones públicas al respecto alegrándose de su marcha.

Apenas una semana después de la llegada de nuestro prometido rescatador, nos hemos quedado compuestos y sin novio y con cara de haber participado como extras de una película sin saberlo; de una sátira muy parecida a la fantástica "Un Funeral de Muertede Frank Oz , una recomedabilisima comedia negra, obviamente la temática no tiene que ver nada con el hospital, donde las cosas se van torciendo poco a poco y siempre, cuando crees que no puede ir a peor, la cosa da una nueva vuelta de tuerca. 

Así que, a poco más de dos semanas para irme de vacaciones, solo se me ocurre decir: Señor, llévame pronto.


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miércoles, 12 de julio de 2017

Cabeza de ratón


Hace ya unas cuantas semanas que no publicamos en el blog, pero es que la situación en nuestro hospital no nos deja demasiado espacio para poder centrarnos en otras cosas.

Entre todo lo relacionado con el periodo estival (nuevos profesionales, programación de actividad, etc), el nuevo hospital al que algún día nos trasladaremos (y sobre el que vamos trabajando "despa-cito") y, sobre todo, la reciente reclamación sindical de segregarnos de nuestro área de gestión, consumen casi todo nuestro tiempo.



Pero si hace unos meses nos atrevimos a analizar lo que estaba pasando en Granada ¿Cómo no íbamos a atrevernos a opinar sobre lo que está pasando en el Campo de Gibraltar?



No sorprenderemos a nadie si decimos que el Campo de Gibraltar es un entorno socioeconómico y político muy particular, marcado por los localismos y el tradicional uso de las estructuras sanitarias en la confrontación política (en cada municipio y entre municipios).

En ese escenario, en 2003 se constituyó el Área de Gestión Sanitaria del Campo de Gibraltar, donde se incluía el hospital de La Línea, siendo el tercer área de gestión sanitaria más antigua de Andalucía y la primera, y única, de toda la comunidad con 2 hospitales comarcales.

Dos hospitales comarcales, uno mediano y otro decrépito, y con plantillas diferentes, una joven y de carácter cuasi-universitario y otra avejentada, que debían aprender a convivir integrados con un distrito de atención primaria dividido en dos mitades orientadas a cada uno de ellos.

En definitiva, casi una quimera.

La inexorabilidad de los ejercicios presupuestarios, el acrecentamiento de los localismos, la crisis económica (y sus consecuencias), la reducción de la estructura directiva (cuando se decidieron las fusiones) y las jubilaciones (y sus nulas tasas de reposición) terminaron ejerciendo un efecto perverso. 

Dos hospitales que debían trabajar juntos pero que, inexorablemente, se iban orientando en sentidos contrarios. Uno quería crecer para convertirse en hospital de especialidades y de referencia y, el otro, el nuestro, que apenas se conformaba con sobrevivir.

Posiblemente la falta de una política directiva que impulsara definitivamente el proyecto y la cultura de área (el informe de la cámara de cuentas del que hablamos en este blog en 2011 habla de ello) o el proyecto de apertura de un nuevo hospital en La Línea que venía a sustituir al viejo y pequeño y que, en el fondo, suponía romper con estos precarios equilibrios, eran los ingredientes que le faltaban a un coctel ya de por si casi imposible.

El transcurrir de los años y el deterioro constante y soterrado de los equilibrios de poder entre ambos centros fue configurando un escenario en el que el hospital grande iba parasitando los recursos del pequeño al tiempo que el pequeño se iba haciendo más pequeño y menos atractivo y siendo entendido como un lastre para el que se cree grande.

Las consecuencias se han ido sucediendo: falta de especialistas de muchas especialidades, sensación de falta de liderazgo y capacidad de decisión en el hospital de La Línea, proyección de decrepitud de las instalaciones y así una lista casi interminable para generar un clima social y laboral nada confortable.


¿Qué tenemos hoy? 

Un hospital que se considera de especialidades que vampiriza al viejo hospital vecino que languidece mientras espera con ansias el traslado al nuevo edificio, un traslado que no llega nunca (pese a las reiteradas promesas políticas)

En este escenario, es entendible que tanto la ciudadanía (solo hay que ver el número de firmas que lleva la campaña en Change.org o las recogidas en las mesas informativas), los profesionales como los políticos del Campo de Gibraltar crean que el proyecto de área está acabado.

Nosotros siempre hemos defendido en público y en privado la idea del área de gestión, de que con impulso político y proyecto, la situación se podía revertir. Pero nos hemos ido quedando sin argumentos. Más aún si tenemos en cuenta que, como bien explica Sergio Minué en esta magnifica entrada, tampoco podemos afirmar sin dudar que el modelo de áreas integradas sea el mejor modelo posible. 

Así que, llegados a este punto, quizás lo mejor para todos, sobre todo para los ciudadanos del Campo de Gibraltar, sea hacer una especie de borrón y cuenta nueva. Hacer una reseteo en el que se reconozcan errores, se planteen soluciones, se rediseñen las carteras de servicio (incluyendo servicios y unidades intercentros) y se vuelva a escribir un proyecto de área pero, esta vez, dividido en dos partes.

Una solución en la que todos pierden un poquito pero en la que todos ganamos también un poquito. Quizás un área de gestión sanitaria para cada hospital permita que el hospital que aspira a ser grande pueda jugar a ser cola de león y que el otro, el hospital que con el nuevo edificio ya no será tan pequeño, vuelva a ser querido, reconocido y respetado siendo pequeño.

Quizás lo mejor sea dejar que el hospital de La Línea aspire en pequeñito, que aspire solo  a ser una de las mejores cabezas de ratón del sistema sanitario público de Andalucía.


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martes, 13 de junio de 2017

Generación R.A.S.P.



Entre una cosa y otra, hace ya mas de un mes que no publicamos. Y no es que no tengamos cosas que decir o cosas sobre las que hablar, pero entre los líos que tenemos en nuestra zona, terminar el curso académico y atender a la familia, los días pasan y no nos sentamos a escribir.

En estos días hemos leído muchos artículos pero el artículo ¿Tiene remedio la administracion? publicado en La Vanguardia y reproducido en el blog de la Fundación  Factor Humano fue el que más nos ha llamado la atención. 

El autor del artículo habla de que la administración pública está abocada a adaptarse a los nuevos tiempos y para ello deben confiar en el talento de sus trabajadores, sobre todo en aquellos que se sienten incomodos con la falta de innovación y que se rebelan cada día, en el cambio cultural y en el rediseño de las estructuras organizativas.
"Los que conseguirán adaptar la administración son esta parte de gente más innovadora y emprendedora, esos profesionales que no quieren sentir la incomodidad de pertenecer a organizaciones que perdieron el tren de la actualización"
Un artículo más que interesante muy en la línea de lo que invitados de excepción, Miguel A. Manyez, Julio Mayol, Patricia Alonso-Fernández y Marian García, denominaron  como Liderazgo Hereje en el debate por el 25 aniversario de Diario Médico.

También muy en la línea de los diez valores de los líderes del siglo XXI que Joan Carles March enumera allá donde va.


Pero como solemos decir, la realidad suele ser distinta. Y lo normal es que pase lo que expone con amargura Susana Caballero en su blog, lo normal es  tengamos la sensación, como comentan en Hablemos de Liderazgo,de que el talento esté maldito. De ahí que haya quien asevere que, en el fondo, las empresas lo que prefieren son líderes que no hagan ruido, se sepan ponerse de perfil, de perfil bajo o, como dicen en esta publicación de Yorokobu, directamente estúpidos.

Posiblemente sea porque la generación X, muchos más preparada que su predecesora como comentan en este artículo del Observatorio de Recursos Humanos, peque precisamente de eso, de exceso de preparación que choca con el tapón de la generación previa.


Puede ser que nos ocurra como nos pasó cuando en 1995 nos llamaron generación JASP como reclamo publicitario para vendernos un coche. Lo que pasa es que han pasado 20 años y ahora somos más bien una generación de RASP, una generación de Rebeldes que sigue estando Sobradamente Preparada... y aún poco reconocida.

Aun así, como reza la leyenda de la imagen de cabecera, seguiremos bailando... y disfrutando.


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