jueves, 6 de septiembre de 2018

Pero... ¿y si sí?


Hace unos días, el amigo Manyez publicó una excelente entrada en la que comentada una revisión sistemática sobre los nuevos modelos de cuidados integrados. Las principales conclusiones de la revisión son las que ya hemos leído en otros sitios: mejoran la satisfacción del paciente, incrementan la calidad percibida y mejoran la accesibilidad.

Entonces, si parece que está tan claro ¿donde está el obstáculo para su desarrollo en nuestro entorno?

En el propio informe hablan de varias de las dificultades de implementación pero nos vamos a quedar con la de los coordinadores de cuidados o gestores de casos.

Porque posiblemente el principal problema en nuestro entorno sea ese. Es verdad que, como cuentan en esta entrada de Gestión Clínica Varela, lo de la dis-continuidad asistencial en los hospitales sea un problema estructural pero también es cierto que es más debido al predominio de un modelo médico-céntrico basado tareas y horarios asociados a la dinámica de los especialistas.

Por lo que, al final, volvemos al principio. la gran dificultad para redirigir el sistema hacia un modelo basado en cuidados integrados es un problema de las enfermeras y, sobre todo, del peso que las enfermeras tenemos en nuestro sistema.

Sin embargo, las enfermeras españolas seguimos en esa interminable cuita interna que dura ya demasiados años, en un infinito problema de indefinición que nos nos deja avanzar.

Seguimos sin deshojar la margarita de las especialidades como pudo comprobarse hace unos días siguiendo el debate entorno a este artículo de la Revista de la Asociación Enfermería y Salud que pone, negro sobre blanco, el esperpento de nuestra eterna indefinición o esta entrada del blog Enfermeras Comunitarias. Nosotros seguimos defendiendo la idea de huir del modelo de desarrollo biomédico y orientarnos hacia un modelo de carrera profesional orientado al cuidado. Ya lo dijimos hace unos cuantos años en esta entrada.

Seguimos empantanados en un poliédrico problema de representatividad y de representación,  de cainismo, de desunión entre universidades, asociaciones y de COE´s que para el grueso de la profesión sirven de poco, de representantes colegiales que se enrocan en sus poltronas o que directamente bordean la legalidad para mantenerse en el puesto. Un problema que necesariamente pasa por una renovación - de verdad - de la estructura supracolegial y un repensado de nuestro sistema de representación.

Nosotros no nos cansaremos de decir que, como hicimos hace relativamente poco, para poder transformar el sistema hacia un modelo basado en cuidados lo que necesitamos renovar los liderazgos de la profesión y situar a más enfermeras tomando decisiones, algo que hace unos meses dijo también Veronica Tiscar en este interesante artículo en la revista Nure, está entre los objetivos de la interesantísima campaña #NursingNow, de escaso calado en nuestro país, o lo dice la cita del libro El Futuro de la Enfermería que se utilizó hace poco en una conferencia del International Council of Nurses.


Así que, por ahora, parece que no seremos capaces de cambiar el sistema, ni para bien ni para mal, salvo que en algún momento seamos conscientes del poder y de la responsabilidad que tenemos en el futuro del sistema en su conjunto.

Por ahora no lo somos... pero ¿y si sí lo fuéramos?


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