No es la primera vez que en este blog hablamos de rebeldía, de hackear, de ser troyanos pero es que la reciente noticia de el mismísimo MIT que ha pensado en premiar a los desobedientes y a los que rompan las reglas y el post "Romper las Reglas" del amigo Miguel Ángel Manyez, desde hace años una de las inspiraciones de este blog, hacen que volvamos a hablar del tema.
A nosotros también nos gustó el texto de José Cabrera, pero creemos que esta entrada de Andrés Ortega sintetiza mejor cuales son las 5 características que debería tener ese rebelde de las organizaciones.
El problema es que, como nos decía hace mucho tiempo Rosa Andrade (desde hace mucho tiempo desaparecida del panorama 2.0), otrora responsable de del nacimiento de Red Salud Andalucía, las organizaciones publicas son como grandes transatlánticos y los que queremos hacer las cosas de otro modo vamos en barcas hinchables y así es imposible hacerlo cambiar de rumbo.
Aunque existen iniciativas loables que pretenden acelerar este proceso, el diario de las organizaciones es tan distinto que está a años luz de lo teórico, de la utopía o del romanticismo de las ideas de estos textos.
La realidad de las organizaciones está minada de trampas, de aviesas suposiciones y de reuniones inservibles. Una especie de enjambre de alambres de espinos que a la par sirven para limitar los espacios y las responsabilidades como de frontera para quién pretender atravesarlas. Obviamente, en este escenario, de hackear, de redarquia, holocracia y otras formas de organización no se habla en los pasillos.
Más bien todo lo contrario. Se habla de valorar si merece la pena, de limitarnos a hacer lo que se dice, de no levantar la voz...
Por eso ser rebelde no es fácil. La tentación de tirar la toalla es grande, máxime cuando es frecuente recibir recomendaciones, estamos seguros que hechas desde el cariño, de que para crecer profesionalmente es mejor almibarar los mensajes y las expresiones, es mejor no hacer ruido, es mejor pasar desapercibido, es más sensato no contravenir las instrucciones (aunque sean manifiestamente erróneas), en definitiva, que es mejor no ser rebelde.
Afortunadamente en nuestro caso, cada vez que escuchamos expresiones como "respetar el orden jerárquico" o "por el conducto reglamentario" nos entra un escalofrío que nos devuelve a nuestro estado natural.
A nosotros también nos gustó el texto de José Cabrera, pero creemos que esta entrada de Andrés Ortega sintetiza mejor cuales son las 5 características que debería tener ese rebelde de las organizaciones.
El problema es que, como nos decía hace mucho tiempo Rosa Andrade (desde hace mucho tiempo desaparecida del panorama 2.0), otrora responsable de del nacimiento de Red Salud Andalucía, las organizaciones publicas son como grandes transatlánticos y los que queremos hacer las cosas de otro modo vamos en barcas hinchables y así es imposible hacerlo cambiar de rumbo.
Aunque existen iniciativas loables que pretenden acelerar este proceso, el diario de las organizaciones es tan distinto que está a años luz de lo teórico, de la utopía o del romanticismo de las ideas de estos textos.
La realidad de las organizaciones está minada de trampas, de aviesas suposiciones y de reuniones inservibles. Una especie de enjambre de alambres de espinos que a la par sirven para limitar los espacios y las responsabilidades como de frontera para quién pretender atravesarlas. Obviamente, en este escenario, de hackear, de redarquia, holocracia y otras formas de organización no se habla en los pasillos.
Más bien todo lo contrario. Se habla de valorar si merece la pena, de limitarnos a hacer lo que se dice, de no levantar la voz...
Por eso ser rebelde no es fácil. La tentación de tirar la toalla es grande, máxime cuando es frecuente recibir recomendaciones, estamos seguros que hechas desde el cariño, de que para crecer profesionalmente es mejor almibarar los mensajes y las expresiones, es mejor no hacer ruido, es mejor pasar desapercibido, es más sensato no contravenir las instrucciones (aunque sean manifiestamente erróneas), en definitiva, que es mejor no ser rebelde.
Afortunadamente en nuestro caso, cada vez que escuchamos expresiones como "respetar el orden jerárquico" o "por el conducto reglamentario" nos entra un escalofrío que nos devuelve a nuestro estado natural.
Pero rápidamente volvemos a tomar conciencia de cuál es el objetivo: hacker el sistema desde dentro demostrando que las cosas se pueden hacer de otro modo desde la rebeldía.
Por eso seguimos en la brecha, trabajando despacio pero sin descanso, moviendo piedra a piedra, siendo conscientes de que Roma no se construyó en un día, sobre la base del decálogo de la Cultura Hacker, tratando de ser eso que Iñaki González llamó ayer en las XIII Jornadas de Enfermería de Navarra Héroes de lo Cotidiano, como tanto otros héroes anónimos que no desfallecen y siguen intentándolo cada día.
No estoy demasiado de acuerdo con Rosa Andrade. Las barcas hinchables sí pueden cambiar el rumbo del transalántico, dependerá del número de ellas y, sobre todo, de cómo se organicen sobre el terreno, en el tajo. Porque yo ya he perdido toda esperanza de que desde lo 2.0 vayamos a arreglar nada, eso también te lo digo.
ResponderEliminarPero bueno, yo solo soy una ameba casposa que, como bien me dicen a veces, estoy instalado en la eterna queja.
Un abrazo y mucho ánimo. Ojalá muchos como vosotros.
Precisamente por eso debemos ser muchos!!!
EliminarEl 2.0 es solo el medio, las cosas hay que cambiarlas desde el diario.
Ah!!! Tu eres uno de los nuestros... aunque te resistes a reconocerlo ;)
Muy fan del post de Andrés Ortega. Sin duda lo habría incluido en mi entrada pero lo publicó después, jeje. A ver si ahora que está de moda la rebeldía conseguimos algo :)
ResponderEliminarUn abrazo y gracias