El pasado día 27 fuimos invitados a participar como ponentes en el Seminario de Innovación que cada mes organiza la Dirección General de Calidad, Investigacion, Desarrollo e Innovación.
En esta ocasión, el tema a tratar eran las Innovaciones Organizativas y Asistenciales por lo que nos pidieron que participáramos con un par de presentaciones contando nuestra experiencia con la Unidad de Innovación y con algunas de las ideas que hemos recopilado en este último año.
Desde la invitación lo tuvimos claro. Aunque la mayoría de los que acuden a estos eventos tratan de contar sus éxitos, nosotros queríamos hablar de lo contrario, queríamos hablar de lo contrario.
La mayoría acude a estos eventos con una necesidad imperiosa de contarle a un público entregado en que están empeñando sus esfuerzos en una clara expresión de que, en sus centros, poca gente lo hace con suficiente vehemencia. Muchas de las ideas expuestas fueron muy interesantes y replicables en más centros.
Lo que pasa es que nosotros, a estas altura de la película y con la espalda plagada de flechazos como diría el gran Julio Mayol, ya hemos superado esa necesidad, lógica por otra parte, y ya no nos reconfortan las palmaditas en la espalda, los "contáis con mi apoyo" y otras frases hechas habituales. A estas alturas queremos recursos y decisiones.
Y por eso, lejos de hablar de éxitos, decidimos hablar de fracaso.
Por supuesto del nuestro propio, porque, después de un año, no hemos conseguido canalizar nuestra inquietud para dejar de ser Troyanos 2.0 ni impulsar la cultura innovadora de verdad. De lo de transformar el concepto de hospital, lógicamente, ni hablamos.
Por supuesto del nuestro propio, porque, después de un año, no hemos conseguido canalizar nuestra inquietud para dejar de ser Troyanos 2.0 ni impulsar la cultura innovadora de verdad. De lo de transformar el concepto de hospital, lógicamente, ni hablamos.
Pero, sobre todo, el fracaso de nuestra organización que, pese a estos eventos que tienen cierto efecto positivo (aunque muy limitado), en general no entiende la innovación como una oportunidad sino como una amenaza flagrante a sus aposentados e inmovilistas cimientos y desperdicia, a diario, miles de buenas ideas o hace que muchos afanados e ilusionados profesionales se choquen con innumerables muros o se enfanguen buscando a aquel que posee la llave correcta que abre la puerta correcta.
Como muestra pusimos 4 ideas (de las 30 recopiladas) que se podrían haber convertido en soluciones organizativas si el aquel que tiene capacidad para decidir y manejar los recursos las hubiera considerado una prioridad.
Aún así, mantenemos intacta nuestra ilusión, nuestro ímpetu por hacer cosas diferentes con la intención de conseguir resultados distintos, nuestro compromiso con la organización y nuestras ganas de seguir abriendo puertas, pero mientras no encontremos respuestas reales, comprometidas y fiables, pensaremos que, como en aquella estupenda película protagonizada por Coque Malla, todo es mentira.